miércoles, 4 de mayo de 2011

  Estoy regresando, vuelvo a escribir como cuando era niño, sin importarme nada ni nadie; como si los poemas fuesen (como antes) un apéndice más; esa otra mano que consigue sujetar lo que vamos tirando en nuestro avance.
   En todo lo que destruimos hay poesía.
  Por eso vuelvo a pensar que merece la pena, que, a veces,  es mejor no saber donde ni cuando, que los golpes poéticos sólo dejan una pequeña marca en el futuro, que encuentras la verdad cuando has creído todas las mentiras, que el camino poético es un enorme círculo, y que sólo en el punto de partida (cada cierto tiempo) uno puede entender que no hay destino.

  Estoy regresando, y eso es bueno, muy bueno; ahora sé que todo está por suceder, igual que antes.