domingo, 5 de junio de 2011

Recitales y contemplación

    Es triste estar "literalmente" aislado.

  Uno no puede ampliar, como quisiera, su "mirada" poética.
Cuando se interactúa (físicamente) en actos "literarios", uno aprende, incoscientemente, tanto de lo positivo como de lo negativo, se toma conciencia de la verdadera dimensión, de las posibilidades como poeta (no en el panorama editorial, sino en la forma en que lo dicho llega a los demás).

  Por eso son tan necesarios los vínculos, y por eso todos los poetas los han buscado y los seguirán buscando.

   En la soledad se gesta lo poético, en la contemplación se expande.

   Existen ventanas por donde mirar, pero desde lejos no se puede distinguir esa piedra preciosa que, a veces,  guarda el ojo que mira; ese ojo que, de tanto ignorar,  todo lo sabe.

miércoles, 4 de mayo de 2011

  Estoy regresando, vuelvo a escribir como cuando era niño, sin importarme nada ni nadie; como si los poemas fuesen (como antes) un apéndice más; esa otra mano que consigue sujetar lo que vamos tirando en nuestro avance.
   En todo lo que destruimos hay poesía.
  Por eso vuelvo a pensar que merece la pena, que, a veces,  es mejor no saber donde ni cuando, que los golpes poéticos sólo dejan una pequeña marca en el futuro, que encuentras la verdad cuando has creído todas las mentiras, que el camino poético es un enorme círculo, y que sólo en el punto de partida (cada cierto tiempo) uno puede entender que no hay destino.

  Estoy regresando, y eso es bueno, muy bueno; ahora sé que todo está por suceder, igual que antes.

   

   

   

sábado, 16 de abril de 2011

Recupero este Blog.

  Recupero este blog, cerrado en 2009.
A partir de ahora un poco menos serio, más de "andar por casa".

miércoles, 11 de febrero de 2009

La emoción poética





Se ha escrito mucho sobre la emoción poética, muchos autores han tratado de explicar lo que casi nos parece inexplicable; una emoción casi palpable recibida a través de la escritura.
A pesar de los diferentes puntos de vista, en todos los casos se llega a lugares comunes.
Emoción espontánea, revivida, madurada, única, compartida, incomprensible… pero siempre existe una confluencia, porque, al fin y al cabo, poesía y emoción están íntimamente ligadas, aunque cada uno tengamos nuestra particular manera de adecuar los términos.


José Ángel Valente decía que “la emoción viene a ser consecuencia de una experiencia susceptible de ser conocida sólo en el poema”
lo cual nos hace pensar en un sentimiento único e irrepetible. Desde esta perspectiva,
la poesía se convierte en un descubrimiento, en una especial manera de aproximarse a lo no sentido todavía.

William Wordsworth, por su parte, insiste con que “la poesía nace de la emoción revivida en tranquilidad”
Esto contrasta con la idea de Valente, pero lo cierto es que la emoción poética es un sentimiento personal, en este caso transferible, y la única razón está en nuestra individualidad, la cual puede ir amoldándose con el paso del tiempo.

Al escribir poesía, el poeta es incapaz de percibir la emoción, el proceso, algunas veces automático, de escritura, hace que la parte emocional se sitúe en un segundo, pero latente, plano, y solo la lectura posterior le dará la posibilidad de conectar con el placer psicológico que esta conlleva.

Es el instante quien marca el rumbo del poema, pese a que en ocasiones tengamos preconcebida la idea, este se abre paso y va dejando esa “impersonalidad” que muchas veces ve reflejada el poeta cuando vuelve a sus textos.

El poema avanza, se destruye y se regenera automáticamente, a veces sin más vivencia que el propio latido de los versos


S.T. Eliot, nos dice en su famoso ensayo “Arte” - el único medio de expresar una emoción consiste en el hallazgo de un “correlato objetivo”, esto es, de un juego de objetos, una situación o una secuencia de acontecimientos que constituyen la fórmula de esa particular emoción; de tal modo que cuando los hechos externos, que deben terminar en una experiencia sensible, son dados, la emoción es inmediatamente evocada.»

Gil de Biedma por su parte, afirma “para el poeta lo decisivo es la contemplación de una emoción, no la experiencia de ella”

Ciertamente, la meta del poeta es trasladar de alguna manera esa emoción, que no necesariamente ha tenido que sentir alguna vez, ya que el escritor puede trabajar desde la posibilidad emocional, para después llegar a traducirla.
Para ello necesita una mezcla de sentimiento y pensamiento; aquello que tantas veces hemos llamado inspiración.
No creo que se trate de emociones enteramente nuevas, aunque sí, que la poesía sea la única manera de extraerlas.
Algo así como utilizar un cuchillo después de descubrir una moneda en un bolsillo cerrado.
El cuchillo sería en este caso la técnica poética, con la cual iríamos abriendo el instinto
para sacar esa sorpresiva e ilusionante emoción.

Por tanto, el poeta, lo que hace es traducir las sensaciones más allá de lo permitido por el propio lenguaje, intenta llevar al grafismo aquello que es imposible por naturaleza.

Gil de Biedma nos dice en “El oficio de escribir”
“Un buen poema, en cuanto obra de arte, es un objeto suscitador de emoción significativa, de emoción inteligible; luego, en un buen poema no puedes distinguir entre emoción e inteligencia.”

Aquí es donde comienzan a romperse los muros entre creador y lector, podemos comprobar que los más grandes poemas de la literatura española se definen por esa ausencia de búsqueda lectora, desprenden esa emoción inteligible que es capaz de mostrarse clara y lúcidamente más allá del lenguaje.
Esto no tiene nada que ver con la incomprensión, más bien todo lo contrario, ya que el lector no necesita descifrar nada, simplemente siente y deja fluir esa emoción sin más esfuerzo que el de su propia inconsciencia.


Gil de Biedma cita también a Baudelaire
Le génie- decía - c’est l’enfance retrouvée à volonté. “Quien no sepa en algún modo de salvar su niñez, quien haya perdido toda afinidad con ella, difícil es que llegue a ser artista, casi imposible que pueda nunca ser poeta, y no por ninguna razón sentimental, sino por un hecho, muy simple: la sensibilidad infantil constituye, por así decir, un campo continuo, y la poesía no aspira a otra cosa que a lograr la unificación de la sensibilidad”. Gil de Biedma 1994.

En nuestra memoria esté posiblemente la llave de la emoción poética, cualquier experiencia humana es susceptible de ser transformada.
La infancia lleva consigo una despreocupación que sujeta lo verdaderamente importante de la vida, después llega el poeta con su memoria inagotable para indagar en lo no conocido, para iluminar esa oscuridad latente que seguirá generando posibilidades de por vida.

Lo que queda claro es que la poesía es un instrumento esencial para percibir emociones impresas, no existe, por el momento, otra manera mejor de comunicarnos
sensorialmente.
Poetas y lectores unidos bajo el inasible roce de la palabra exacta.

Luis Oroz.

domingo, 25 de enero de 2009

Un futuro cargado de poesía











A lo largo del tiempo la poesía ha ido evolucionando y adaptándose a la naturaleza de sus días; vocabulario, temática y formas, han ido cambiando, constante pero pausadamente.
A pesar de ello, esa transformación es mínima si la comparamos con el trasfondo universal que lo poético sujeta.
La poesía no hace más que regenerarse a partir de unas ideas emocionalmente latentes,
porque la vida siempre será el jardín donde se cultivan todos y cada uno de los versos.

Todo es susceptible de ser poetizado, tenemos diversos ejemplos para comprobar ese nivel de absorción poética, que indudablemente se adecua a todas las personalidades.
Que trascienda o no, depende únicamente de la capacidad trasmisora que el poeta sea capaz de ejercer.

La poesía debería cubrir todas y cada una de las necesidades sensoriales, sin embargo,
todo es insuficiente bajo la perspectiva de una felicidad incompleta.

Si los seres humanos fuéramos completamente felices no existiría la literatura.

Porque el acto de escribir, de leer, de interrelacionarse a partir de una ausencia selectiva, no es más que la voluntad por llenar un vacío psíquico, la mayoría de las veces ignorado.

En este contexto, poeta y lector de poesía son claros ejemplos de esa, oculta y casi desapercibida infelicidad.

La mente como continente, como presa que retiene la líquida verdad de nuestro tiempo, tiene grietas, aberturas provocadas por diferentes factores como pueden ser la hipersensibilidad, la soledad, el desengaño, la incomprensión etc.… y por las que van cayendo sistemáticamente los nutrientes de la emoción impresa.

¿Por qué la literatura es una forma de llenar esos vacíos?

La palabra escrita implica un anonimato, una invisibilidad que nos hace libres, tanto a lectores como a escritores, y que es indispensable para exprimir el zumo que contiene la conciencia.
Es pronto, siempre será pronto para hacer una valoración sobre el futuro poético, cada época llevará en su cuello ese diamante sin pulir, que es la palabra, pero es fácil alimentar una esperanza basada en la profundidad del pensamiento.

Posiblemente el humano que sea capaz de ir más allá de la evidencia, el que abarque la vida mirando más allá de la línea real del horizonte, el que sepa comprender la importancia de lo aparentemente menos importante, tendrá un mayor porcentaje de probabilidades de supervivencia.
Como un animal que presiente el peligro y lo bordea, el humano podrá oler el rastro de las pieles poéticas, ese aroma que puede ser alimento, aviso, o esperanza.

La mujer y el hombre de los siglos venideros tendrán que aprender a convivir con su propia espiritualidad y hacer de la felicidad, no una meta, ni un puente, sino un inmenso territorio donde asentar la vida.
Cuando llegue ese día, tal vez estaremos hablando de una convivencia universalmente cordial, y paradójicamente, del día en que la literatura “por fin” deje de tener sentido.


Luis Oroz.

miércoles, 21 de enero de 2009

Desde este blog, también intentaré rescatar todo aquello que me parezca interesante, tanto entradas, como opiniones que estas suscitan.
Es el caso de esta que a continuación muestro y una de las
respuestas, que nos ofrece una visión que podría ser general, en los últimos tiempos de la poesía española.

¿Por qué no podemos disfrutar con Valente, con Ángel Gonzalez, con García Montero...
Seguramente hubo una época en que había que decantarse, ahora no, no tiene sentido, ahora los caminos se abren y la poesía propia, sin duda, se ve recompensada.

Luis Oroz.

Este es el enlace.
http://blogs.laopinioncoruna.es/pajarosdepapel/2008/10/02/cata-poetica/

lunes, 29 de diciembre de 2008


LA SOLEDAD, MUCHO MÁS QUE UNA PALABRA


Dulce y amarga, fértil y árida, ella es la única capaz de encender un diálogo con nosotros mismos, de revelarnos las respuestas de lo no preguntado.

Existe una increíble contradicción dentro de la propia soledad, una fuerza ambivalente que abre y cierra sueños al compás de la psique.
Alejándonos de todo, abrimos un paréntesis dentro de la realidad, un espacio de tiempo donde nada es absoluto, donde la razón se multiplica.
Las dudas llegan y hacen o deshacen todo lo que creíamos dormido,
el mundo se convierte en un pequeño espacio donde el pensamiento toma su lugar privilegiado y ofrece, muchas veces, una “espiritualidad” espontánea.

Las diferencias estriban en la capacidad para entrar y salir de ella, en ser conscientes de esa adicción que produce el sentirse plenamente comprendido, una compleja sencillez que circunda cualquier pensamiento, por pequeño que sea.
La soledad social se traduce en una meditada incomprensión que va provocando poco a poco una ausencia de libertad dañina e irreal, ésta, nutrida emocionalmente, da paso a una introspección tan profunda como estéril, pues va dejando al desaliento comiendo de su propia memoria.
Pero hay otros lugares donde la soledad emerge como oxígeno en medio
del océano consciente, una huida, una búsqueda interior donde posiblemente se encuentra uno de los tesoros más valiosos de la humanidad.

Así, la soledad puede llevar consigo una salvación o una condena, el aire más amable o la más dura contaminación para una mente dispuesta a entregarse por entero.
El ser humano necesita de esa soledad, gracias a ella y a la meditación que sujeta su nombre, existe la vida en común.
Seguramente existe también un equilibrio que sujeta los hilos de la personalidad, algo que no se puede medir pero que inconscientemente presentimos.

Escribir y leer es arrastrar la soledad hasta el lugar exacto, es transformar a la palabra en un puente para tu propio paso, seguro o peligroso, pero abierto para trazar una ruta de ida y vuelta.

Palabra y soledad unidas para mostrarnos el camino del pensamiento útil, el lugar donde enterraron el más preciado tesoro.


Luis Oroz.